Hace nueve años, repentinamente me detectaron un cáncer invasivo grado 3, así que por eso no tengo estómago. Tengo unido el esófago al intestino, y lo único que el Señor no me pudo quitar fue el apetito, porque si de algo padezco, es de hambre. Me operaron y estuve treinta y un días con sonda por donde me daban un líquido especial mientras me cicatrizaba la unión esófago intestino. Mi esposa solo me humedecía los labios con un algodón y agua. Así pasé treinta y un días, conectado a una máquina que me daba de ocho a diez gotas por minuto, y ese era mi alimento. Cuando me dieron el alta en el hospital, me fui con todo y sonda para mi casa a pasar otros treinta días más, de modo que a los sesenta y un días de mi operación, vino el médico, me retiró todas las sondas y me dijo: Puedes empezar a comer. Con mi esposa preocupada, nos vamos donde un nutricionista que me dijo: Tú vas a comer entre once y trece veces al día. ¿Y eso que significaba? Que yo tenía que tomar una rodaja de pan integral untada con queso cottage, partida en cuatro partes y me iba a comer un pedacito cada media hora, y así iba a ser el resto de mi vida. Pero yo como cafetalero soy un hombre acostumbrado al campo, y en el campo uno se acostumbra a otro tipo de alimentación. Cuando regresé del médico a mi casa, le dije a la muchacha, Mirá, por favor servime frijoles, queso y crema. ¿Y eso vas a comer? – me dijo mi esposa. Si, - le dije - eso voy a comer. Y empecé a comer. Gracias a Dios no sentí ningún malestar, pero a los cuatro o cinco días dijo mi esposa: No puede ser, vamos donde el médico. Y fuimos al cirujano que me operó y le dice: Doctor, vengo a ponerle queja de mi esposo, fíjese que no deja de comer. ¿Y que estás comiendo? – me dijo. Pues estoy comiendo queso, crema y frijoles. No, hombre… eso te hace daño. En absoluto doctor – respondí. Así seguí pues. Para qué vamos a tenerte con restricciones – me dijo. Y pasó que fue a donde mi esposa y uno de mis hijos y les dice: Mire, quiero decirle algo, a su esposo déle calidad de vida, pues hemos llegado a una conclusión, que él no va a durar más de seis meses. Nosotros hicimos algo que no sabíamos que era lo que podíamos hacer, porque cuando lo abrimos su estomago estaba totalmente invadido por el cáncer, y por eso quitamos el estomago y unimos esófago intestino. Eso le dijo el doctor a mi esposa y mi hijo, así que cuando salí del examen los encuentro con los ojos llenos de lágrimas y me dice mi esposa: ¡No puede ser! ¿Que sucede pues? El doctor nos acaba de decir que te da seis meses de vida. No te preocupés le dije – este médico es humano igual que nosotros. Él se puede equivocar, porque la última palabra la tiene Dios. Para honra y gloria de mi Señor Jesús, este próximo 27 de Marzo cumplo nueve años de haber sido liberado de ese cáncer. A cinco meses de haber sido operado saliendo de la Pampa Argentina, el cirujano que me había operado iba entrando, y desde que me vio me saludó, y le dice a su esposa: ¿Te acordás de aquel caso que te conté?, este es el hombre. Y me dice: ¡No me vas a decir lo que acabas de comer! Como no doctor – le dije. Y que comiste – Pues un lomito de cerdo a la parrilla. Seguí con tu fe, porque solo Dios es el que puede dar esa sanidad. Por eso no me canso de dar gracias a Jesús, testificando de mi sanidad para honra y gloria suya.