Me lleno de gozo de estar aquí con tanta gente nueva. Soy un transportista, ganadero comerciante, vendo de todo un poquito. Dios me ha bendecido mucho y lo más esencial que me ha dado Dios es tener sabiduría, porque antes no tenía. Antes era un bruto y ahora Dios me ha ayudado a servirle y a confiar en Él. Voy a narrar un poquito de lo que Dios ha hecho en mi vida. Soy un testimonio andando pues soy una persona que recibí cinco balazos y estoy aquí gracias a Dios. Mi hijo de un año recibió dos balazos también, y está vivo. Ahí está a los seis años. Pero quiero contarles lo que Dios está haciendo en mi vida. Hace un tiempo tenía como ciento veinte cabezas de ganado, cuando se llegó un problema a mi corral, de las muertes de unos animales. En una semana se me habían muerto quince de casi año de nacidos y les corté la cabeza a varios ya muertos para llevarlos al Ministerio de Ganadería, pero no detectaron ningún mal y me dijeron, algún enemigo suyo les ha dado veneno. Cierta noche llegué al corral como a las nueve de la noche, venía de Honduras y pasé por el corral y se estaba muriendo uno que tuvimos que enterrar porque no sabíamos cual era el mal. Me metí al corral mientras una tormenta venía bien espesa con relámpagos. Tenía en el corral como unos treinta o treinta y cinco terneros de las vacas que ordeñaba. Vine y empecé a pedirle a Dios. Sentí que se venían partes heladas, partes calientes, y cuando yo estaba orando y pidiéndole a Dios diciéndole que eso era de Él, que si se los llevaba todos, que estaba bien. Yo he confiado que lo que tengo es de Él, y como El me lo ha dado, le digo guárdamelo, sino pues, ni modo. Empecé a orar y cuando ya tenía como seis a ocho minutos de estar hincado en lo oscuro en medio del estiércol y los animales, con un poquito de miedo por estar solo. Tenía dos chivos agarrados, porque son bien mansitos, uno de cada cabeza, pidiéndole a Dios, cuando de repente vino una chiva que me quería mucho y me pasó la lengua por el rostro, la lengua de los chivos son bien ásperas, así que cuando sentí aquello me asusté y clamé al Señor, y al ver que era una inofensiva animalita, di gracias a Dios. Desde ese momento jamás se me murió un animal. Tres años pasaron y nunca se me murió un animal después de que en siete años había tenido como siete animales muertos.
El jueves pasado yo tenía un compromiso en el capítulo de Morazán, en San Francisco Gotera. No había muerto ni un animal, pero ese día tenía una enferma. Mire como es el diablo de astuto. Ese día iba dar un testimonio al capítulo Morazán. Llegué a mi casa y halle una vaca tirada, una novilla de tres años. Ya había gastado ciento cincuenta dólares en medicinas. Le di de comer zacate verde, pero no comió, le dije Señor: Si me oyes, si tú estás conmigo, contéstame ahorita. Yo voy para un negocio tuyo no mío. Voy a dar un testimonio, así es de que te pido, si esta animala va bien, levántala ahorita, y si va a morir que se muera ya. Y para honra y gloria de Dios, yo di una vuelta de pocos minutos y cuando regresé el animal me miró, y se me murió. Bendito sea mi Dios. La amarré de las patas, la arrastré con el pick up, la enterramos y me fui a dar mi testimonio. Yo le doy gracias a Dios en las buenas y en las malas. Alguien me dijo, tú porque sos bendecido, das gracias a Dios. ¡No! Yo todo el tiempo me levanto con las rodillas, y para que Dios sane, libere y prospere, uno se tiene que levantar de rodillas. ¿Cómo? De la cama caiga hincado al suelo y pídale a Dios y Dios le contestará, porque Él es fiel a su palabra cuando dice: ¡Clama a mi y yo te responderé!