Hace poco, en unas diligencias con mi socio abogado, estábamos haciendo unas experticias en la policía. Habían robado unos cabezales de una empresa de la que somos apoderados, y nos habían dicho que había información de una fuente en Santa Ana. Nos dirigíamos de Sonsonate a Santa Ana por la ruta de los Naranjos, en un pickup de la empresa, cuando de pronto oímos un golpe fuerte, y pensamos que era una llanta. Nos bajamos y vimos que las llantas estaban bien, pero el radiador estaba botando agua. Revisamos y vimos que no era mucho, y que aún no estaba caliente el motor y que todavía tenía agua. Seguimos avanzando y lo volvimos a chequear pero en lo que avanzamos un poquito más, se oyó un sonido fuerte como el anterior y el motor empezó a tirar un humo blanco. Prácticamente el motor estaba fundido. El motorista, un ingeniero y me dice: Mire, se fundió el motor, se fue la culata. Mi socio dice: Esta zona es bien peligrosa, y todos entramos en temor de que nos podían asaltar, aunado a la decepción que el carro se había fundido. Yo, tranquilo a pesar del negativismo porque he aprendido en esta Fraternidad a clamarle y orarle a Dios porque Él es nuestro Padre. Me di la vuelta y empecé a clamarle a Nuestro Señor Jesucristo, que nos mandara ángeles a socorrernos. Acabando de orar, cuando aparece un pick up, que enciende las luces, se detiene y el motorista sin esperar que nosotros le pidiéramos ayuda nos dice: “No se preocupen, yo les voy a arreglar ese vehículo”. Eso me llamó la atención. Su vehículo era bastante viejo y pensé: Este ni herramientas va a traer. Pero cuando veo la cama del pick up, estaba completamente lleno de herramientas. Se baja el sujeto, empieza a arreglarnos el vehículo, y todavía el ingeniero me dice: ¡No!, como va a arrancar, si se ha fundido. Tenga fe - le dije – esperemos a ver que pasa. Arregló una manguera que se había destrabado, pero el problema era que no teníamos agua para el radiador que se había vaciado. El sujeto en cuestión, nos dice: Bueno yo tengo unos galones de refrigerante, pero son para cabezales electrónicos y vale 25 dólares promedio cada galón. Bueno – dijimos – no habiendo otra, póngalo. Abrió el primero y se lo echó al radiador, pero le faltaba todavía y abre otro. Creo que por lo menos dos los abrió. Mientras, íbamos calculando: Cincuenta dólares, más la mano de obra… son cien dólares, ¡y a ver si funciona! Estábamos preocupados que nos podían asaltar. De repente apareció la policía, pone dos conos y los dos motorizados nos dan escolta. El policía nos dice: Miren, ayer, aquí a las gentes que se quedan, normalmente los asaltan. Pero aquí estamos nosotros para darles protección. Una vez puesto el refrigerante, arrancamos el pick up, y dejó de tirar humo. No se había fundido. El ingeniero, el gerente de la empresa, fue a cancelarle. Le iba a entregar el dinero para pagarle el refrigerante y su mano de obra, cuando la persona le responde: No, no me pague. Lo que yo hecho por ustedes, háganselo a otra persona. Y rehusó aceptar el pago. Era una persona completamente humilde. Nos había contado que trabajaba en tal gasolinera, que daba mantenimiento. Y cuando pasamos por dicha gasolinera, nadie le conocía. Creo que esta fue una clara teofanía o intervención de la divinidad en el plano material, que me deja con el compromiso de hacer a otro una acción similar.