Soy médico pediatra. A través de esta organización, hace un poco más de veinticinco años, tuve ese encuentro personal con el Señor Jesucristo. Estaba acordándome que desde cuando llegué por primera vez a la FRATERNIDAD INTERNACIONAL DE HOMBRES DE NEGOCIO DEL EVANGELIO COMPLETO, mi vida se divide como el tiempo: Antes de Cristo y Después de Cristo. En esta organización, a través de los testimonios y los comentarios de la Palabra de Dios, el Señor nos ilumina. No hace mucho mi hija mayor, iba a concluir su segundo embarazo. Ella nació en los Estados Unidos cuando yo estuve haciendo mi post grado allá, por lo que ella es ciudadana norteamericana; pero vive aquí, y deseaba que su nueva criatura tuviera su misma ciudadanía. Esta vez, dije, voy a acompañarla a Houston aunque sea por tres días, y voy a estar en su parto. La ingresaron en el Hospital por la mañana, le pusieron su inducción y lo necesario para acelerar el parto, y empezó el trabajo. A las diez de la mañana llegó el ginecólogo, y opinó que todavía no era hora. Como a las doce yo la vi un poquito desesperada. La enfermera que la examinó nuevamente, dijo: Tiene cuatro centímetros de dilatación. Al paso que va, pensé que el parto iba a ser como a las cuatro o cinco de la tarde. Entonces les dije a todos los que estaban allí: ¡Oremos! Impuse mis manos a ella sobre su vientre y dije: Señor, Tú tienes el poder de hacer que esto se termine bien. Luego le di gracias, alabándole. Ella se sintió tranquila, y como una hora después me dice: Papi llamá a la enfermera, siento como que ya va a ser. Llamamos a la enfermera, que la examinó y dijo: ¡Si esto ya va a ser! Llamen al doctor. Llegó el ginecólogo y el parto vino normal y sin ningún problema nació la niña. A los tres días me regresé. Ellos se quedaron para sacar el pasaporte de la niña, y regresaron después de tres semanas. Al ver a la niña, me llamó la atención su cabecita muy grande y noté que no tenía fijeza en su cuello, como que la cabeza le pesaba demasiado, lo cual me preocupó. Aquí, pensé, hay una macrocefalia, que puede ser por muchas causas, y la peor, que conocemos nosotros y la más frecuente quizás, es la hidrocefalia. Se acumula líquido alrededor del cerebro, la cabeza crece y va comprimiendo el cerebro. Sin decir nada, de escondidas, con una cinta métrica la medí. 39 1/2 centímetros. Totalmente fuera de lo normal, porque había medido 35 al nacer, y apenas tenía tres semanas. Con aquella preocupación vine al Capitulo Siete Mares, y al terminar la reunión me dirigí al General Machuca, y le conté el problema que tenía con mi nieta. Y él muy sabiamente me hizo recordar la promesa de Jesús, de imponer en su nombre las manos sobre los enfermos. (Marcos 16:18) Con esa luz, yo estuve llegando seguido a imponerle manos a la niña, tocándole su cabecita y orando: En el nombre de Jesús impongo mis manos, para que todo proceso anormal que se esté realizando en esta cabeza, sea corregido. Hacía un mes, había verificado la medida, y estaba fuera de la curva normal. Era definitivamente anormal, pero cuando mi hija la llevó, la cabeza de la niña medía los mismos 39 1/2 centímetros, pero el peso y la talla, habían subido y estaban correspondiendo a la talla para esa edad, de modo que los tres parámetros estaban en el sitio donde debían de estar. El Señor hizo el milagro, y ahora va creciendo normalmente. Cuando vine el siguiente sábado el General me preguntó por la niña, y le conté lo que había pasado, y me dice: Nosotros no nos damos cuenta del poder de Dios, por medio de la oración.