Hace seis años vine por primera vez a este capítulo Siete Mares, de la Fraternidad Internacional de Hombres de Negocio del Evangelio Completo con una carga tremenda. Quince días después, mi hijo enfermo murió. Fue un dolor tremendo que solo Dios me pudo ayudar para poder soportarlo. En el Capítulo encontré a un Dios que estaba esperando por mí, y así pude transmitir a mi hijo antes de que muriera, ese Espíritu Santo que encontré, y pude llevarle al conocimiento de ese Jesucristo vivo. Y el primer milagro que tuve fue la salvación de mi hijo.
Vine acá con un negocio quebrado. Tenía ideas brillantes pero no había financiamiento, porque nadie confiaba en mi. Dios ha cambiado totalmente eso porque ahora dependo del ser más maravilloso del mundo: Jesucristo. Hoy hago negocios grandes donde antes no tenía acceso, con la plata de Dios. Yo no pongo cinco centavos, él lo pone todo. Yo compro y vendo chatarra. En un mes bueno yo muevo por lo menos mil quintales. El último mes, he movido trece mil quintales. Él me da todo lo que yo necesito. Para financiar esos trece mil quintales, yo no he tenido ni un problema. Una semana antes, ya podía pagar porque yo dependo ahora del dueño de toda la plata del mundo. El banquero de banqueros. Señor de señores.
Al momento mi esposa anda viendo a nuestra hija en Melbourne Australia, y un día antes de salir de su viaje, pedí oración por ella en este capítulo. Alguien me dijo: “Que los deseos de tu corazón sean cumplidos”. Y mis deseos más grandes eran que ella tuviera un viaje placentero. En todo el viaje no ha tenido problemas de salud, porque eso es lo que le pedimos a Dios.
Mi hija pequeña es médica casada con un médico, que están sirviéndole a gente muy necesitada. Pertenecen a un ministerio que está por construir un hogar para enfermos de sida. Para recoger enfermos, para recoger niños que han dejado huérfanos, las mujeres contagiadas. Para recoger de la calle niños contagiados. Ya han recibido una serie de donaciones. Y tienen un terreno de dos manzanas cerca de Soyapango que vale una millonada. Ahorita están por ir a Brasil a aprender más cómo tratar a este tipo de enfermos. Han formado equipo con un grupo de monjas de las que dejó la Madre Teresa aquí en El Salvador, y están haciendo una obra que Dios quiere que hagan.
Mi hijo, un ingeniero agrónomo, está a cargo de una finca que Dios nos ha dado, con una plantación de mangos y también colmenas. Este año le dije: Yo he aprendido en esta Fraternidad, que la Visión nos dice que todo lo que pongamos en las manos de Dios prospera. Oramos y pedimos a Dios, por la producción de este año. Fíjense que la primer sacada de miel, poniéndola en las manos de Dios, ya tenemos la mitad de lo que fue la producción total de año pasado.
Mi hija mayor, salida de la Universidad Nacional donde recibió un bombardeo ateo tremendo, no creía mucho en Dios. Una de las cosas que le impactó, fue un ensayo escrito por una persona del Capítulo, en el que sostiene que Lenin, que Darwin, a pesar de ser teólogos, eran ateos. Ella me preguntó: ¿Y como es esto? Si, le dije, porque el Espíritu de Dios todavía no había entrado en ellos y no habían nacido de nuevo. Ellos sabían mucho de teología, pero no sabían que el Espíritu Santo los podía cambiar. Eso le encantó y bastó para que empezara a leer la Biblia.