Mi testimonio, que quiero compartir con ustedes esta mañana, es como una recapitulación, digamos de conversión al conocer a Jesús en su dimensión personal. Eso fue hace unos veinticuatro años. Mi familia materna, es de origen nicaragüense. Como anti-Somocista, fui simpatizante del Sandinismo, y cuando la revolución triunfó en Nicaragua en el 79, yo estaba muy inclinado en apoyarla. Pero para no hacerle larga la historia, después de diez años, al quitarse la máscara y dejar de ser nacionalistas y anti-somocistas para convertirse en Marxista Leninista, eso me frustró tremendamente y de una manera increíble. Me afectó hasta en mi estado de ánimo, mi humor, y no lo ocultaba. Cuando me reunía con amigos en fiestas o reuniones de trabajo, no perdía la oportunidad de despotricar y de derramar toda esa amargura y toda esa frustración que tenía por todo lo que había pasado en Nicaragua.
En cierta ocasión me encontré con mi colega el doctor Luis Ernesto Urrutia Centeno, cardiólogo, que se puso a platicar conmigo, y me dijo: Mirá, fijate que yo quisiera invitarte a una reunión. Me agrada platicar contigo, y quisiera invitarte a un desayuno el próximo sábado ¿Y de que se trata? – pregunté. Y ya él me dijo. Vaya pues hay te aviso... – le dije – pero sin intención de aceptar su invitación. Varios viernes me llamó para recordarme, hasta que un día le dije, bueno pues, ¡Voy a ir!
Yo había estado padeciendo de una colitis espástica. Colitis nerviosa que le dicen al colon irritable, como consecuencia precisamente de frustraciones y de amarguras, y el “stress” que yo manejaba. Había visitado un gastroenterólogo, pero no me curaba. Ese día que acepté la invitación, no era la excepción, llegué con mi dolor. Pero después de escuchar los testimonios, cuando hicieron el llamado para quienes habían llegado por primera vez, yo pasé adelante y acepté a Jesucristo como mi Señor y Salvador. Oraron por mí y para sorpresa mía, fui instantáneamente sanado del colon. Pero así, como con la mano, de tal manera que cuando salí, me extrañé que el dolor de colitis que tenía permanentemente, había desaparecido. Gracias a Dios que era en el colon y no en las coronarias. El Señor me sanó así, y esto, para un médico, ver una cosa de esas ¡Es avasallador! No puede uno como médico dentro de un milagro de esa categoría, y como lo he dicho tantas veces, dudar lo más mínimo del poder sanador del Señor. Yo fui sanado ese día allí. Se me olvidaron los Sandinistas y todo lo que tenía que ver con política, y estuve ocho años en la Directiva de la Fraternidad Internacional de Hombres de Negocio del Evangelio Completo. Después de eso entré a movimientos de la iglesia y fui subiendo y dejé la Fraternidad, pero nunca al Señor, por supuesto. Ahora quiero darle las gracias a mi Padre, el Doctor Carlos Roberto Jovel, porque por él, estoy nuevamente con ustedes en este bendecido Capítulo Siete Mares. Que la paz, el amor, la misericordia y el poder de Nuestro Señor Jesucristo, en todos ustedes.