A fines de julio de 1973, en mi búsqueda de tener aquello que tenían los Hombres de la Fraternidad de Hombres de Negocio del Evangelio Completo, había llegado a la residencia del Reverendo Derek Prince en Fort Lauderdale, Florida, motivado por haber tenido en mis manos varios números de la revista La Voz, órgano de difusión de la misma. En aquella diminuta publicación a colores, había leído testimonios de sanidad milagrosa, de liberación de adicciones, de cambios dramáticos de vida y hasta de prosperidad económica, y yo necesitaba casi todo eso.
Siendo radioaficionado, por medio de un colega radioaficionado ciego de Hollywood Fla., ciudad hermana de San Salvador y contigua a Fort Lauderdale, había hecho la cita con Mr. Prince. Cuando llegué, él me esperaba. Yo era para él un perfecto desconocido, pero el ambiente era tan cordial que no me sentía como un extraño.
Después de explicarle el propósito de mi visita, me sentí obligado a relatarle todas mis andanzas en el campo esotérico entre el Rosacrucismo, la Masonería, y los estudios Yoga, Etc. Mr. Prince, muy atento escuchaba todo mi rollo sin decir ni una sola palabra. Mientras tanto algo curioso pasaba dentro de mí, pues sentía como que estaba internamente descargando algo, cuando de pronto me sentí movido a decirle: Mr. Prince “creo que debo de llevar un mensaje a mi país”. ¿Por qué lo dije? No me pregunte, porque en aquel momento mi alma comenzaba a flotar, como a la expectativa de algo que sin saber qué, estaba próximo a suceder.
Han transcurrido casi 30 años y en ocasión de la celebración del cumpleaños de mi Capítulo “7 Mares”, el General Dionisio Ismael Machuca al hacer un resumen de la vida del Capítulo, hizo referencia a ese incidente, cuyo complemento vino a mi memoria en esta forma: Era el mes de Septiembre de 1974; los aires de San Salvador estaban llenos de las notas de las bandas de guerra escolares, y me duchaba mientras tarareaba nuestro Himno Nacional.
De pronto vino a mi mente en una forma bien clara y precisa la frase: Tengo un mensaje en el Himno. Un poco extrañado por aquella idea me puse repasar el texto del Himno que dice: De la paz en la dicha suprema, siempre noble soñó El Salvador... Continué repasando la referida letra cuando de pronto llegué a la parte que dice: Le protege una férrea barrera, contra el choque de ruin deslealtad, desde el día en que su alta bandera, (Salmo 60:4) con su sangre escribió libertad, escribió libertad, escribió libertad. En aquel instante se me erizaron los vellos de mi cuerpo. Era una voz que sin duda era de Dios, que por alguna razón me revelaba un misterio que ha estado oculto a los ojos de los profanos.
Medité sobre el hecho de que en esta tierra que lleva el nombre de su Hijo Amado, el Salvador del mundo, en el mes de Septiembre, cuando tanto adultos como escolares cantamos el Himno Nacional, en una forma bien sutil estamos confesando que la sangre de su hijo Jesús, nos protege como férrea barrera contra ruin deslealtad, desde el día en que con ella escribió libertad. Sin duda era mi Dios, hablándonos para hacernos ver que aunque no nos demos cuenta, él está en control de toda situación de los humanos, dejando sus invisibles huellas donde menos nos imaginamos. Al meditar sobre la omnipresencia de nuestro Dios, se llega a la conclusión de que no es por casualidad que en El Salvador, se dedique por ley, un día a la oración y otro a la Biblia, lo cual es el inicio de algo más grande, que seguramente Dios depara para nuestra patria.