Durante casi diez años fui invitado a la Fraternidad Internacional de Hombres de Negocio del Evangelio Completo, y nunca asistí. ¡Cuánto tiempo perdí! ¿Excusas?... ¡Ninguna!
No he tenido mayores problemas con los vicios, mas yo era una persona a quien le gustaban las armas y de carácter violento y agresivo. En Enero de 1999, en la oficina de un amigo, platicando con alguien de este Capítulo, le acepté la invitación de venir a un desayuno, y desde ese sábado, tengo el privilegio de estar aquí con ustedes.
Mi vida a partir de aquel momento cambió totalmente. Soy otro hombre, tengo una visión diferente de mi vida y le agradezco a Jesucristo que me permitió conocerle en un momento en el que él sabía, que venían tiempos muy difíciles en el área financiera. Por años me he dedicado al negocio del café, y un mes después de que comenzara la terrible crisis a escala mundial, yo estaba perdiendo una cantidad muy fuerte en una negociación. Pero para entonces, mí situación anímica era diferente; yo ya había conocido a un Jesucristo que está vivo, que me llenó de una gran paz y fortaleza.
En el mundo en que yo me desenvolvía, no había negocios, y las personas que me podían auxiliar estaban tan emproblemadas como yo. Estando en mi casa en Oriente, cierto día de repente cayeron tres personas de un Banco que me dijeron: don Saúl el Banco ya no lo puede esperar, el crédito terminó en Diciembre. Han pasado prácticamente dos años, que no se han pagado intereses y no podemos esperarlo. Tenemos dos salidas: O paga, o da en pago lo que tiene.
Yo les dije: No hay problema. Yo les doy el pago pero respetemos los valores establecidos. ¡No! - me dijeron. El Banco tiene que mandar a valuar de nuevo. Mandan a valuar y lo valúan por la mitad del valor real. Entonces les dije: yo no les puedo dar en pago y quedarles debiendo. Primero porque no tengo con qué pagar, y segundo porque me voy a deshacer de un bien que vale mas de la mitad de lo que lo han valuado. Yo - les repetí - en las condiciones que ustedes quieren, no puedo. Entonces tráiganos una carta pues - me dijeron.
En este Capítulo he aprendido que para todo debemos orar. Así que antes de escribir esa carta me fui a orar y le dije, “Señor, dame sabiduría para poner en esa carta, no lo que yo quiera, sino lo que tu quieras que yo diga”. Luego me senté a escribir, hice mi planteamiento y lo mandé. Me llamó el abogado y me dijo: don Saúl esto no es lo que hemos hablado. Preséntela le dije, porque esto es lo que yo puedo ofrecer. Yo sabía que ellos no estaban de acuerdo con ese planteamiento, pero también sabía que era lo que el Señor había puesto en mi corazón.
Cierto día me cayó una llamada al celular. Era el abogado del Banco que me dijo: don Saúl, le llamo para comentarle que el Banco aceptó los planteamientos que usted les hizo en todas las condiciones. Yo pedía que no me cobraran intereses moratorios, que no me cobraran multa, que no me cobraran costo de escrituración, ni comisiones ni gastos. Los intereses con todo y multa eran varios miles de dólares. Me dieron un plazo que había solicitado. Además de eso me pusieron una cuota mensual que yo podía pagar, y los intereses de ese crédito a partir de ese día quedaron a cero.
Eso es lo que hace el Jesucristo que yo conozco, que quisiera que los nuevos que han venido esta mañana también conozcan.