En 1939 obtuve mi bachillerato en CC y LL en el García Flamenco. Crecí sin convicciones religiosas, pues desde niño me metían miedo las cruces que relacioné con la muerte. Rechacé las penitencias religiosas. Llegué a creer que la religión era solo para mujeres y hombres poco varoniles, y que además era una actividad social para celebrar las tres etapas más importantes en la vida de los mortales, como son los bautismos, bodas y entierros.
Cierto día de 1950, un amigo me introdujo a la práctica de la Ouija. La curiosidad me convirtió en un investigador y estudiante de algunas disciplinas esotéricas como, Rosacrucismo, Masonería, Yoga, Hipnotismo, etc. Pasaron varios años y ninguna de esas disciplinas pudo llenar un vacío en mi ser.
Tenía problemas en mi hogar, con mis empleados, y la vida ya no tenía sentido, cuando en tal estado anímico, un día de 1973 mi sobrina Ruth Castelar de Larson llegó de los Estados Unidos y entre el material Cristiano que me trajo de regalo, había varios ejemplares en Inglés de la Revista LA VOZ, de la Fraternidad Internacional de Hombres de Negocio del Evangelio Completo.
En esas pequeñas revistas leí que una persona había sido sanada de un cáncer terminal a raíz de haber asistido a un desayuno de esta asociación, donde hombres laicos habían orado por él. ¿Milagros en un Hotel – dije yo – y por hombres laicos?
Otra revista traía el relato de una pareja al borde del divorcio que fue invitada a una cena de estos hombres y algo pasó, pues ahora vivían una segunda luna de miel. ¡Que cosa más rara! ¿Qué tendrán estos hombres? – pensé.
Finalmente me llamó poderosamente la atención el testimonio de un homosexual, afirmando que había sido liberado de esa adicción a raíz de que estos hombres habían orado por él en un almuerzo de la Fraternidad. Aquello bastó para que llegara a la conclusión de que sin duda, un poder superior asistía a estos hombres. Pregunté a mi sobrina, cómo podía yo saber mas de esta Fraternidad, y ella consideró que yo necesitaba primero “Nacer de Nuevo”, y siguiendo sus consejos, poco tiempo después estaba yo visitando en Fort Lauderdale, Florida, al Rev. Derek Prince.
Llegué donde Mr. Prince padeciendo de una enfermedad muy salvadoreña, llamada “buenitis”, porque no hemos matado ni robado. Pero en la entrevista con Mr. Prince, mi espíritu fue confrontado y redargüido ante la presencia del mismo Dios. En aquel recinto yo experimenté la presencia de Dios y rompí a llorar como niño, cuando frente a mí pasó un panorama de toda mi vida pecaminosa que fue de inmediato sustituida por una llenura de amor líquido. Estoy hablando naturalmente en términos figurados, pero ese día yo Nací de Nuevo. Mis ojos espirituales, antes ciegos a las cosas del Espíritu de Dios, fueron abiertos, comencé una vida nueva y el vacío desapareció.
Descubrí que si bien la comida es importante para el cuerpo, la Biblia es insustituible para el espíritu. Al principio su lectura me hacía llorar. Mi esposa y mi hijo menor, afligidos trajeron a un sacerdote para evaluarme. La Biblia no le puede hacer daño, dijo, así que me dejaron tranquilo.
Cierto día conocí al misionero Donald Benner que había pertenecido a un capítulo FIHNEC en Denver, Colorado, y con su ayuda en 1977 logramos la autorización del primer capítulo para El Salvador. Desde entonces, he visto maravillosos cambios de vida, sanidades espectaculares, liberaciones de adicciones, protecciones y genuinos milagros de prosperidad, porque Jesucristo cumple sus promesas de Salvación, Sanidad, Liberación, Protección y Prosperidad, o Evangelio Completo.