En 1985, desempeñaba un cargo de mucha responsabilidad y mucho trabajo. Entraba a las ocho de la mañana y salía a las diez de la noche. Noté que iba rebajando de peso, lo atribuí a ese ajetreo, y no me preocupé, es más, no me sentía mal. Cierto día tuve que pasar un examen médico que el Banco y el Seguro exigían. Después del segundo examen me dijeron: Va a tener que internarse porque le vamos a hacer otra serie de exámenes. Todavía no me decían que era lo que pasaba, y yo no me sentía mal.
A raíz de los exámenes me dijeron: ¡Usted tiene un tumor en un pulmón!. Es una lesión bastante seria, pero no sabemos si es benigno o maligno. Lo mejor será que vaya a los Estados Unidos. A unos parientes médicos, la noticia les impactó, sin embargo yo no sentía temor. No alcanzaba a comprender la magnitud del caso. Un amigo médico me puso en que pensar cuando me dijo: Esto te puede costar de treinta a cuarenta mil dólares. Tienes que llevar por lo menos doce mil dólares para el ingreso.
Ya había asistido a la Fraternidad Internacional de Hombres de Negocio del Evangelio Completo, así que lo primero que hice fue llamar a unos amigos de mi Capítulo, que inmediatamente acudieron al Hospital, oraron por mí, y me dijeron: Julio ¡Tu estás sano! Un día antes del viaje, volvieron a llegar los amigos de la Fraternidad, me ungieron con aceite, y me dieron la dirección de un capítulo de Houston, y al final alguien me dijo: Julio, te declaramos sano en el nombre de Jesús.
Al llegar a Houston fui al médico, y por la noche logré contactar a alguien del capítulo de la Fraternidad. La persona que contestó me dijo: Ponte la mano donde sientes la dolencia y vamos a orar. Al terminar me dijo: Oye Julio, en el nombre de Jesús yo te declaro sano y tú te puedes regresar mañana a tu país.
Al día siguiente, yo iba con eso de que ya me habían declarado sano, y le digo al doctor: Mire doctor, quisiera que me tomaran otra radiografía. ¡No! - me dijo mientras veía las radiografías – por todo lo que estoy viendo aquí, estoy de acuerdo con el diagnóstico de tu médico. Sin embargo insistí: Quiero que me tomen otra radiografía. Bueno - como quien dice ¡Usted paga!
Fui al laboratorio de rayos X y cuando regresé con nuevas radiografías lo encontré viendo las radiografías de El Salvador. Al rato tomó una de las nuevas e hizo un gesto diferente. Volvió a ver la una y la otra. Al rato me dice, Mire: ¡Aquí ha pasado algo! En esta placa se ve una sombra bien marcada, y en las nuevas, ¡Ya no se ve! ¡Se me deshizo todo! – dije.. ¡No!, No se preocupe - me dijo, - esto es en beneficio suyo. Ya no lo vamos a internar, sino que le vamos a repetir los exámenes que trae de El Salvador.
Total que al siguiente día me hicieron nuevos exámenes. Al tercer día cuando llegué, me dice: Julio, las pastillas que le di, las va a seguir tomando por quince días, y mañana puede regresar a su país. Yo lo tomé primero como que me estaba desahuciando. No, no se preocupe – me dijo - usted está limpio, y puede irse mañana para su país.
Eso fue en 1985, y desde entonces alabo a Dios y doy gracias a Jesús porque fui sanado milagrosamente en respuesta a las oraciones.